Todos los 11 de enero se celebra el Día Internacional del Agradecimiento, una celebración para difundir el valor de ser agradecidos con los demás. No se conoce el origen de esta celebración, aunque seguramente tendría algún interés comercial detrás. Ser agradecido, además de ser un signo de buena educación, refleja un modo de vida empático, beneficioso y respetuoso con los demás.
Raquel Marín, neurocientífica y autora de ‘Pon en forma tu cerebro‘, se ha pasado este miércoles por La Ventana para contar qué beneficios tiene dar las gracias. Explica que la gratitud es un sentimiento que depende del pensamiento.
“Reduce el estrés, aumenta la autoestima y da equilibrio social”
Detrás del agradecimiento se activan mecanismos como la toma de decisiones, la empatía, y conlleva un sinfín de beneficios como la autoestima, el equilibrio social o la reducción del estrés. El agradecimiento está relacionado con una sensación de bienestar, de buena vida, y “puede contribuir a reducir el efecto de enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer”.
a gran pregunta es: ¿Cuándo parar con el agradecimiento? La neurocientífica expone que hay estudios que demuestran que cuando la gratitud es elegida personalmente, el cerebro se ve beneficiado porque se activan funciones relacionadas con el bienestar intelectual. Sin embargo, cuando alguien se ve obligado a agradecer no se activan las mismas regiones cerebrales y esos beneficios cognitivos desaparecen.
Marín comenta la existencia de un estudio en el que varias personas donaban dinero de manera anónima para ayudar a otros que sufrían con dolores crónicos. Se observó que la sensación de gratitud de esas personas era más elevada de lo normal. La sensación de sentirse útil para la sociedad refuerza el sentimiento de sentirse necesario para el mundo y refuerza el sentirse bien con uno mismo. En contra, cuando el individuo se aísla de la sociedad, se reduce la longevidad de la persona y se produce una merma intelectual y emocional.
“Cuando tienes confianza con alguien te olvidas de ser agradecido”
Cuenta que las personas tienden a ser más agradecidas con desconocidos que con gente de su círculo cercano. “Cuando tienes confianza con alguien te olvidas de lo agradecido que deberías estar”, afirma. Sin embargo, serlo con una nueva persona genera un pico placentero novedoso que resulta más gratificante.
Ser agradecido se puede entrenar, así lo afirma Marín. “Es una cuestión social, hay culturas donde el agradecimiento está más medido”. Para la neurocientífica no cabe duda de que conviene trabajar el agradecimiento porque, gracias a él, las personas se sienten más fuertes y menos vulnerables. “Siempre aconsejo que conviene decir gracias en muchos idiomas”, asegura.
Los límites entre el agradecimiento y la cortesía dependen de cada persona. Para Marín, se tiende a ser más agradecido en ambientes que se conocen peor, como un país extranjero con una cultura distinta en la que alguien se pueda sentir más vulnerable. “Necesitas que te acepten y te adopten, no puedes sobrevivir solo”, explica.
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