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Cómo regula el cerebro el apetito

Las ganas de comer que ocurre a diario están reguladas por el cerebro. El placer por la comida también.

El cerebro una sesión es que solemos pensar como son las ganas de ir al baño, la temperatura del cuerpo, el latido cardiaco o la respiración. Hay otras funciones más complejas en su regulación como son las ganas de dormir, el comportamiento sexual o el la hora de comer que también dependen de este órgano maravilloso. Todas estas funciones se hacen de una forma inconsciente.

Muchas de estas funciones están reguladas por una zona del cerebro “ancestral” como es el hipotálamo, rector de algunas funciones básicas de la supervivencia y la reproducción del organismo.

Las ganas de comer es uno de los aspectos que suelen suscitar mucho interés dada su popularidad, ya que tenemos hambre al menos tres veces al día.

¿Cómo regula el cerebro el apetito?

A mediados del siglo pasado se efectuaron una serie de experimentos para determinar qué circuitos neuronales intervenían en la regulación de la ingesta de alimentos.

Tras muchos estudios e investigaciones se llegó a la conclusión de que había en el hipotálamo del cerebro una zona que regulaba el hambre y la saciedad.

El hipotálamo es una pequeña zona del cerebro más ancestral que coordina funciones básicas del organismo. En la figura a continuación tienes una imagen recogida de Wikimedia donde se indica la ubicación de esta zona.

En los experimentos efectuados con ratones se descubrió que en el hipotálamo había un “centro del hambre”. Cuando las neuronas de este centro se estimulaban los ratones comían más. Por el contrario, cuando esta zona se destruía los ratones tenían anorexia.

Asimismo, en otra parte del hipotálamo se encontró el “centro de la saciedad”. Este centro tenía funciones opuestas de tal manera que cuando se estimulaba se producía un parón en el hambre y cuando se apagaba se generaba un hambre desmedida que conducía a obesidad.

En otros experimentos posteriores se encontró que la molécula clave para que hubiera a neuronas que se “apagaran o encendieran” según el caso se debía a los distintos niveles de glucosa que se detectaban en la sangre. Evidentemente, cuando se ha comido más hay más glucosa disponible y se genera   una disminución del hambre, cesando la ingesta de alimentos.

El apetito no está sólo en el cerebro

Uno de los factores iniciales que modulan el apetito está en el estómago. Todos hemos sentido alguna vez cuando hemos comido demasiado cómo se nos “hincha” el estómago y decidimos inmediatamente parar de comer. La propia distensión de las paredes del estómago por sí misma produce sensación de saciedad.

A medida que la comida se van digiriendo se produce en paralelo un aumento en la sangre de algunas hormonas y otras sustancias, como son la insulina y la leptina. La insulina se encarga de abastecer de glucosa a las células. La leptina es una hormona que nos induce la saciedad después de haber comido. De esa manera disminuye la sensación de apetito.

Cuando nos hemos alimentado lo suficiente estas hormonas aumentan sus niveles para que los centros nerviosos reduzcan las ganas de comer.

Te puede interesar saber que la leptina también por el estrés crónico. Cuando hay un nerviosismo extremo mantenido esta hormona tiene niveles alterados y genera  que tengamos hambre a deshoras. Algo parecido pasa cuando no dormimos bien: Solemos tener más hambre debido a que la leptina está desregulada por la falta de sueño.

Un día comiendo mal no es suficiente para estar más gordo

Para generar un trastorno del apetito (bulimia o anorexia) se debe producir una activación o inhibición de los centros neuronales que regulan el apetito de manera sostenida en el tiempo. En una persona que come normalmente el apetito se reduce antes de las señales hormonales o nerviosas, simplemente por las propias sensaciones digestivas.

Por ello siempre se ha especulado que debía haber otros factores implicados en los mecanismos del apetito distintos de las hormonas insulina y leptina.

A este respecto, desde hace tiempo se especulaba que la dopamina (una molécula que actúa como mensajera entre distintos grupos neuronales) podría estar relacionada con el mecanismo de la saciedad. Es decir, de considerar como suficiente la cantidad de alimento ingerido.

El placer de comer

Se ha encontrado recientemente que la dopamina estaría implicada en la disminución del apetito antes de las señales hormonales de la leptina y la insulina. La dopamina estaría implicada en el placer por la comida: A mayor producción de dopamina, más placer por la comida.

La dopamina se libera en el cerebro cuando sentimos algún tipo de satisfacción o bienestar por actividades como salir con los amigos, viajar o practicar sexo. Durante mucho tiempo se creyó que esta molécula era la responsable del sentimiento del placer. Ahora se la conoce como el neurotransmisor del deseo y la motivación. “Al liberar dopamina sentimos unas enormes ganas de buscar el placer”. 

Pero no todos los alimentos generan la misma producción dopamina en el cerebro. Por ello, puede ser interesante desde el punto de vista culinario sección alimentos “dopaminérgicos”. Serían aquellos alimentos que aumentaran la producción de dopamina en el cerebro y con ello el placer por la comida.

Sin haberlo comprobado experimentalmente, me adelanto a indicar que es probable que el jamón ibérico de bellota esté en la lista de estos alimentos irresistibles por la sensación placentera y motivadora que generan, incluso a los que no gustan de comer alimentos de origen animal.

Nota: Este artículo está basado en un extracto del artículo del Profesor José María Delgado, Neurocientífico y Catedrático de fisiología de la Universidad Pablo de Olavide, y experto en estos temas.

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