La depresión: una enfermedad compleja y en auge.
La depresión es un trastorno mental muy común que afecta a más del 4,4% de la población, lo que viene a ser unos 322 millones de personas en el mundo con cuadros depresivos. En Europa se considera la tercera causa de importancia para la incapacidad laboral.
Además de producir un detrimento considerable en la calidad de vida, los nuevos estudios indican que ejercen un efecto devastador sobre la salud del cuerpo. Tan dañino como el tabaco o la obesidad.
Los factores relacionados con esta enfermedad son de diversa índole, desde sociales, psicológicos o incluso relacionados con la propia fisiología de cada persona. En otros artículos de este blog he comentado que también se han encontrado factores genéticos asociados a esta enfermedad.
Si bien existen diversos tipos de tratamientos psicológicos y farmacológicos, muchas de estas terapias resultan ineficaces en muchas personas. Por ello, la depresión sigue siendo motivo de una intensa investigación para conseguir diagnósticos y tratamientos más eficaces.
La microbiota intestinal está alterada en personas con depresión
Uno de los factores que se analizan actualmente en la depresión es el eje intestino-cerebro, que comunica a estos dos órganos para coordinarse en sus funciones.
Las investigaciones actuales apuntan a que la microbiota intestinal (es decir, el ejército de microorganismos que habita el intestino) puede contribuir a la inflamación, el desarrollo cerebral y el comportamiento.
En condiciones normales, cada persona tiene su propia impronta intestinal, fruto de factores genéticos, medioambientales y nutricionales que determinan los perfiles bacterianos de los que disponemos. Estos aspectos los comento ampliamente en mi libro “Pon en forma tu cerebro” que se publicó hace pocos meses.
Uno de los factores que afecta al equilibrio de la microbiota intestinal es el estrés que repercute en un aumento de la neuroinflamación. Aunque el cerebro no se inflama como tal, la neuroinflamación genera una acumulación de sustancias nocivas que afectan al funcionamiento de las células del cerebro.
La neuroinflamación va de la mano de la depresión
Las investigaciones en neurociencia asocian el aumento de la producción de sustancias como las quimiocinas (producidas durante un proceso inflamatorio) con desórdenes psiquiátricos que afectan a la formación de nuevas neuronas y a la comunicación neuronal.
En este sentido, el estrés se vincula a un aumento de los procesos neuroinflamatorios que desregulan la actividad cerebral y las emociones. Incluso afectaría también al efecto de los fármacos anti-depresivos. En otras palabras, el estrés se acusaría en las tripas, lo que aumentaría el riesgo de inflamación que afecta al estado anímico y al tratamiento farmacológico anti-depresivo.
En este sentido, algunos tratamientos con bacterias probióticas ejercen efectos anti-depresivos y anti-inflamatorios.
Probióticos para levantar el ánimo
Los probióticos son organismos vivos en mezclas combinadas selectivas. Cuando se ingieren en las cantidades adecuadas puede generar beneficios en el organismo y reponer el desequilibrio que se puede haber generado como consecuencia, por ejemplo, de un tratamiento con antibióticos. No obstante, los probióticos deben venir acompañados de la dieta y el estilo de vida adecuados.
Algunos probióticos mejoran la mucosa intestinal, eliminan bacterias patógenas y modulan las defensas del organismo (el sistema inmune) reduciendo la neuroinflamación.
Por otra parte, los probióticos pueden modular los opiáceos y canabionoides naturales que el cerebro produce a través de la modulación intestinal.
¿Qué bacterias son buenas?
Algunas bacterias como Lactobacillus y Bifidobacterium liberan el ácido gamma-aminobutírico (GABA). El GABA es una molécula que utilizan las neuronas para comunicar entre ellas y que regula muchos procesos psicológicos. Por ejemplo, la disminución de la producción de GABA se asocia con ansiedad, depresión e insomnio.
Por otra parte, la bacteria Bifidobacterium infantis en tratamientos de 21 días aumenta la liberación de triptófano que repercute en una mayor concentración de serotonina en el cerebro. La serotonina suele estar baja en personas depresivas por lo que tomar este probiótico ayudaría a tener niveles más altos de esta molécula del ánimo.
Otras bacterias como Bacillus y Serratia producen dopamina (la molécula de la motivación).
¿Qué bacterias faltan en los depresivos?
En un estudio reciente se han identificado incluso dos familias de bacterias (Coprococcus y Dialister) cuyos niveles aparecían más bajos en personas con depresión con independencia del tratamiento anti-depresivo que siguieran. Los investigadores relacionaron los desequilibrios de estas bacterias con alteraciones en la producción de un metabolito de la dopamina (neurotransmisor que participa en la motivación, entre otros).
Sin embargo, los estudios en este campo deben progresar para poder elaborar tratamientos que contribuyan a reponer bacterias que faltan en los trastornos depresivos.
¿Qué dieta es buena para la depresión?
Otros estudios científicos han demostrado que la adhesión a la dieta mediterránea en particular rica en fibra de legumbres, frutos secos y frutas reduce la depresión hasta en un 40%.
Este factor se explica porque en la dieta mediterránea se consume mucha fibra (que alimenta la flora intestinal) y fermentos lácticos (quesos, yogures, kéfir, leche fermentada en general) que aumenta los niveles de las bacterias de la fermentación láctica afectadas en la depresión.
Sin embargo, el posible desequilibrio intestinal de la persona depresiva no es más que otro de los factores que cursan en esta enfermedad, en la que influyen también otros parámetros genéticos, estrés e inflamación.
La buena alimentación no lo es todo en esta enfermedad pero sin duda la mala alimentación es un factor pro-inflamatorio que puede fomentar el desarrollo de la depresión.