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Comer cosas apetitosas libera opiáceos en el cerebro

Todos tenemos esa sensación de éxtasis al comer algo exquisito. Un estudio demuestra que liberamos sustancias tipo opiáceos al tomar esos manjares, y que ello genera saciedad.

Los humanos producimos en nuestro cerebro endorfinas (opiáceos endógenos) frente a diversas funciones asociadas con el apetito y otras sensaciones placenteras. Ese placer “desmesurado” frente a ciertos alimentos se considera actualmente una de las causas de riesgo del desarrollo de obesidad, en particular de obesidad infantil.

Todos tenemos esa sensación de éxtasis al comer algo exquisito. Un estudio demuestra que liberamos sustancias tipo opiáceos al tomar esos manjares, y que ello genera saciedad.

Los humanos producimos en nuestro cerebro endorfinas (opiáceos endógenos) frente a diversas funciones asociadas con el apetito y otras sensaciones placenteras. Ese placer “desmesurado” frente a ciertos alimentos se considera actualmente una de las causas de riesgo del desarrollo de obesidad, en particular de obesidad infantil.

Comer genera placer y nos ayuda a sentirnos satisfechos.

Un nuevo estudio efectuado por investigadores de Finlandia ha demostrado que alimentarse genera una liberación en el cerebro de dosis considerables de opiáceos endógenos. Estos efectos también generaban respuestas a nivel metabólico, y no se limitaban únicamente al efecto placentero. En otras palabras, también contribuían a la sensación de saciedad.

En el estudio utilizaron 10 voluntarios en los que analizaron sus respuestas por tomografía por emisión de positrones (PET). También analizaron el estado de ánimo, la sensación de saciedad y midieron las hormonas circulantes en la sangre.

En estas personas se analizaron tres circunstancias distintas:

  1. Efectos tras una comida apetecible (una pizza).
  2. Efectos tras ingerir alimentos nada atractivos (una bebida neutra con el mismo contenido calórico que la pizza).
  3. Efectos tras haber ayunado durante la noche.

Tras el análisis de las imágenes generadas, los investigadores observaron que tanto después de haber comido la pizza como la bebida hipercalóricas se generaban opiáceos en el cerebro. Sin embargo, la sensación placentera tan solo se generaba tras comer la pizza.

Los investigadores concluyeron que el mero hecho de comer libera endorfinas en el cerebro, incluso aunque no sintamos satisfacción al comer, indicando que los opiáceos sirven no solo para hacernos sentir satisfechos, sino también para generar patrones de saciedad tras la comida.

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¡Hecho!

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