El insomnio es un trastorno muy común en las personas. Se caracteriza por una dificultad para conciliar el sueño, una incapacidad para mantener un sueño prolongado e incluso una imposibilidad para dormir durante la noche. En épocas recientes hemos además conocido un nuevo fenómeno: el coronainsomnio, caracterizado por una incapacidad aún más agudizada para dormir que ha ganado numerosos afiliados en 2019.
Se calcula que actualmente aproximadamente un 40% de la población sufre de trastornos del sueño, y los pueden llegar a sufrir incluso los más pequeños de la casa.
Un nuevo estudio ha encontrado nuevas causas de insomnio asociadas con las hormonas de estrés y el sistema inmune.
El insomnio: El mayor problema generado por el estrés
El insomnio es uno de las consecuencias más frecuentes relacionadas con el estrés. Los mecanismos que relacionan el estrés con el insomnio se conocen poco, si bien se investigan cada vez más por las consecuencias nocivas que tiene para la salud del cerebro y del organismo en general.
Entre los aspectos que empeoran la salud como consecuencia el insomnio prolongado se encuentran:
- Un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes.
- Un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas asociadas al envejecimiento (Alzhéimer, Párkinson), depresión, ansiedad, etc.
- Aturdimiento, merma de la memoria y de la capacidad de atención, mayor deterioro cognitivo, etc.
- Deterioro del sistema inmune.
- Piel más envejecida y mayor riesgo de caída del cabello.
- Mayor riesgo de accidentes.
- Cambios de humor y baja autoestima.
- Poco rendimiento laboral, fracaso escolar, etc.
- Y un largo etcétera de adversidades conocidas.
Además, como comento en este vídeo corto, el estrés durante la gestación de la madre puede generar en el futuro anomalías en el desarrollo del cerebro del feto y del recién nacido.
Se sabe que hay varias regiones del cerebro que están implicadas en mantener la vigilia y que además están relacionadas con la respuesta neuronal al estrés. Sin embargo, las conexiones entre estos dos parámetros se conocen poco en la neurociencia.
No cabe duda que el estrés induce insomnio y vigilia. Por otra parte, el estrés psicosocial tiene efectos nocivos en las respuestas del sistema inmune y en las células de defensa del organismo. En consecuencia, somos más vulnerables a enfermedades e infecciones.
El estrés es parte de los mecanismos de supervivencia
Siempre tenemos tendencia a asociar el estrés con algo negativo que hay que eliminar. Sin embargo, los desencadenantes puntuales del estrés que todos hemos experimentado en un momento de alarma o peligro (la dilatación de las pupilas, la aceleración de los latidos del corazón, el aumento de la ventilación pulmonar, la potenciación de la musculatura e incluso que se erice el vello de la piel) es un mecanismo de respuesta normal y necesario. Estos mecanismos de defensa nos han acompañado durante toda nuestra historia y seguramente nos han salvado la vida en muchas ocasiones de peligro.
Estos efectos se asocian al aumento de tres hormonas principales que gestionan el estrés: el cortisol (la hormona del estrés), la adrenalina y la noradrenalina.
El cortisol tiene su reloj biológico interno propio. En situaciones normales, esta hormona tiene niveles más altos por la mañana temprano y después de almorzar. Después, progresivamente se reducen sus niveles para dejarnos dormir y descansar. El cortisol desempeña varias funciones en el metabolismo, como es mantener los niveles normales de glucosa en la sangre.
Sin embargo, el cortisol puede desregularse si mantenemos una situación de estrés y alarma constantes a lo largo del día, modificando algunos patrones normales del organismo, incluyendo el cerebro. Se sabe que el estrés crónico puede inducir daños cerebrales y en los circuitos neuronales, con efectos sobre diversas funciones del cerebro como son la memoria, el aprendizaje y la gestión de las emociones. El cortisol elevado durante las fases de sueño es además uno de los causantes del insomnio.
Estrés en el sistema inmunitario e insomnio
Una nueva investigación efectuada en animales de experimentación ha ubicado en el cerebro un circuito neuronal que podría ser responsable en parte del insomnio. Este circuito desempeña un papel normal en los parámetros de vigilia y se activa por la hormona del estrés (el cortisol).
Los investigadores del estudio constataron que los estímulos de las células del cerebro que fomentan la liberación del cortisol también tenían un efecto importante en las neuronas que inducen el estar despierto.
Cuando los científicos interfirieron en los circuitos de estas neuronas y modificaron sus patrones observaron que se inducía el sueño, incluso después de haber estado expuestos a condiciones estresantes. Sin embargo, cuando se estimulaban artificialmente estos circuitos neuronales sensibles al estrés, los animales se despertaban inmediatamente.
Por otra parte, y de gran interés, fue encontrar que estas mismas conexiones tenían también un efecto en el sistema inmunitario. Observaron que la inducción del cortisol en estos circuitos generaba una reducción de la abundancia de las células de defensas en la sangre, que además se volvían menos eficaces en su actividad inmunitaria.
Los investigadores concluyen por tanto que han identificado un sustrato neuronal común para el insomnio y la inmunosupresión en situaciones de estrés.